Hablemos de Lo Madre

17.04.2013 por Carolina León

Crónica de la sesión jueves 11 abril Residencias Copylove con Carolina del Olmo.

Algunas nos acordamos de una película holandesa que se llama Antonia’s Line (Marleen Gorris, 1995): a través de la vida de una mujer viuda que regresa a su pueblo tras la guerra, se recorre la vida de una comunidad creada en torno a la madre, Antonia, y a todas las madres que vienen detrás de ella, hasta tres generaciones.

Hasta hace poco, no me he dado cuenta de lo transgresora que es la representación que propone esa película (aunque puede que esa idea esté teñida de nostalgia, ese bracito impotente de nuestros leviatanes). Maternidad, ah, qué concepto. En las representaciones de la cultura popular suele vendérsenos como:

  1. Alienación: grupos de madres de clase media baja y de todas las variables estéticas reunidas en torno a los críos que juegan en el parque, forman una especie de secta. Retrato de costumbres, realities y cinema verité, destino no deseable.
  1. La elección personal: ella es madre por consciencia y conjuga los elementos de su cotidianeidad sin abandonar ninguna de las facetas de la vida que nos dicen que es la vida, el espacio público, la realización profesional, el éxito en las relaciones –o dejándolas juguetonamente a un lado, por una temporada, mientras los niñitos crecen-. Series o películas de ficción, clase media alta, destino elegible.

Sabíamos que el discurso de Carolina del Olmo (que viene desarrollando en otros espacios, por ejemplo en el curso de Nociones Comunes El ADN de la Vida), que nos obliga a repensar los cuidados y la crianza, entablaba una conversación natural con esto que llamamos Copylove. Somos Los Vulnerables porque necesitamos radicalmente los cuidados. Carolina, cuídanos. NO.

Cuando, en la ontología del Copylove desarrollada en las Residencias del 2012, se dijo una y otra vez que debíamos “poner la vida en el centro”, probablemente ninguno llegó a hacerse la pregunta que el equipo promotor nos hizo el jueves:

¿Poner la vida en el centro? ¿De qué, de dónde? Y, más específicamente y para hacerla más incisiva, ¿a qué demonios estamos llamando vida? Porque, según el sistema capitalista que nos subsume, esto es vida. Para ser exactos, es vida si eres un varón blanco heterosexual de clase media y, de ahí en adelante, todas son vidas, más o menos, pero lo mejor es que eres libre, tienes un sinfín de opciones de comprarte una identidad, ¿cuál te gusta? ¡Hay para todos! ¡Viva el capital! ¡Viva tú y la madre que te…!

No, la madre es invisible. La madre tiene hijos, cualquiera que sea el motivo que la ha llevado a tomar esa decisión, a veces los tiene hasta sola, pero la madre está siempre sola en cualquier caso, la madre cría y ay de la madre que no se ha procurado un entorno adecuado para esa crianza, que será culpabilizada, indefectiblemente, del resultado. (Hace pocos días leí que ahora también podemos tener la culpa de la inteligencia del niño en el futuro, si no le damos el pecho el tiempo suficiente, que por supuesto no se parece en nada a los tres meses de baja institucionalizada. Los cuidados duran tres meses. Y luego la jungla de “elige y compra”).

Ciertos discursos educativos de moda nos recuerdan la importancia de la tribu. ¿Tribu, qué tribu? ¿De verdad esta jungla admite tribus? Carolina trajo algunos de los ejemplos de las madres que entrevistó para la investigación que realiza sobre modelos de crianza. Qué difícil, decía una de esas madres, construir una comunidad de crianza cuando mis amigos, con los que se supone que puedo contar, no saben si mañana deberán volver a casa de sus padres, o habrán de pasar doce horas haciendo de pollo en un centro comercial. “Lo que has aprendido hoy”, decía la madre de American Beauty , “es que estás siempre total y completamente sola, que jamás puedes contar con nadie”. No.

No puedo parar de ser libre

La emancipación que había llevado a cabo el feminismo arrasó a partir de los cincuenta del siglo XX, en la segunda ola, con un total rechazo de los cuidados. “Soy hijo de una de esas feministas”, venía a confesar uno de los participantes en las Residencias, “que se negó a darme unos cuidados que estuvieran delante de todo lo demás” (la cita es de memoria, quizá algo exagerada): mujeres que fueron madres a veces por defecto y sin convicción, y que antepusieron –comprensible reacción formal a la opresión patriarcal- su realización en otros ámbitos. Negaron –y quién les podría quitar la razón- que la esencia de la mujer estuviese en encerrarse a cuidar. Los cuidados son cárcel. Los cuidados son un sacrificio de la personalidad, la frustración de nuestro ser individualista y autónomo.

Y el capitalismo ofrece un sinfín de opciones para externalizar el mantenimiento y reproducción de la vida, que se oponen por completo al sacrificio del individuo (véase Amor , de Haneke, bajo esta luz).

¿Qué tal se vivió la experiencia de dejar sueltos a los hijos y que ellos no tuvieran tampoco la preocupación de cuidarte? ¿Qué tal resultaron esas familias, que muchos llamamos desestructuradas o directamente disfuncionales? ¿Cómo fue eso de no tener hijos y perderte la experiencia de cuidar la vida, pero llegar a la madurez viéndote obligada a cuidar de tus mayores? Qué jodido, resulta que ahora que tienes cincuenta o sesenta también estás sola, o solo, tampoco estos cuidados los vas a poder compartir. La CÁRCEL también fue esa soltería –entendida aquí como la vida sin vinculaciones y afectos duraderos-.

Cierto es que gracias a ellas ocupamos los espacios públicos y probamos formas de poder que nos estaban vetadas. Ok. Esto era ser “libre”. No está mal. Ahora voy al gimnasio, me compro un billete a Bali, tengo un novio o siete, o quizá me reproduzco. No sé si la libertad ésta que me he comprado... Tengo unas preferencias de consumo cojonudas y ahora que me apetece ser madre…

Ahora es TU PROBLEMA.

Carolina del Olmo nos trajo la siguiente intuición, en el desarrollo de su exposición –que aquí he relatado con algunas caricaturas y otras cuantas aportaciones-. Si no fuese porque el capitalismo ha encerrado la reproducción de la vida en un limbo invisible, y la familia en el mismo saco de las decisiones personales y el ámbito privado que todo lo demás, seríamos un poco más libres. Si acabásemos de entender que la ficción del individuo autónomo, libre, independiente y de éxito que nos pone delante como modelo no es más que eso, ficción, seríamos un poco más libres. Si asumiésemos que la vulnerabilidad y la interdependencia son esencias constitutivas de nuestro animal humano, características pre-políticas, y celebrásemos que eso es lo que somos, seríamos un poco más felices. Vulnerabilidad como coraza, interdependencia como escudo. Total, comunitario. ¿Qué no?

Ser madre no es una característica limitada a lo biológico –que también-, es una forma de ver el mundo y una herramienta de acceso al conocimiento que no debe ser exclusiva de las que son / han sido / pueden ser madres. No hay ningún ser humano que esté incapacitado para cuidar, y una de las máximas que subrayamos de este día es la necesidad de redistribuir los cuidados. No estamos hablando, sin más, de los hijos, porque no podemos seguir obviando a todos los demás dependientes y porque hemos asumido que todos, hasta aquellos varones blancos de clase media, deben cuidar y ser cuidados. Carolina del Olmo propone que la vida que vale la pena ser vivida debe hacer reingresar la palabra moral. Moral es bondad. Bondad es reconocer al otro. Eso es un reto jodido, pero uno que queremos.

La palabra COMPROMISO, que ya no nos asusta, en inglés tiene otro componente. Acogemos el enfoque que nos trajo, no se trata de altruismo versus egoísmo. Puede haber altruistas profundamente egoístas y viceversa. Lo que se opone a las dos nociones anteriores es el compromiso: podríamos decir que aquello que asumimos con un componente de voluntad, de amor, de abandono. Comprometerse, en inglés, tiene también ese sentido de ceder, practicar el abandono de la decisión individual, para que quepa el otro.

Redistribuiremos los cuidados, no parece difícil, muchas y muchos ya lo hacemos, hemos visto que no duele, hemos visto que, incluso, nos hace más felices. Pero sobre todo queremos compartir LO MADRE. Tener o no tener hijos biológicos es una cuestión absolutamente secundaria. Nos imponemos tener hijos y ser hijas, ser cuidadores y cuidadas, e instalar una cápsula de LO MADRE en cada uno de nuestros cuerpos. ¿El siguiente vuelco de los feminismos? ¿Volver a encerrarnos en el hogar? No, señoras. Un nuevo paradigma epistemológico.

Ya antes probamos a ser LO PADRE (el poder, el espacio público, el liderazgo y la autonomía) y es algo a lo que no tenemos por qué renunciar. Dejemos fuera las dicotomías, y quedémonos con una de las más complejas propuestas que dejó Del Olmo: ese derecho a cuidar que dice el capitalismo que tenemos (te permitimos detenerte un rato en tu vida fulgurante de estrella de las corporaciones o la marca personal, puedes elegir cuidar), ahora va a ser el DEBER DE CUIDARNOS.

Hablemos de lo madre.

Residencias Copylove, sesión del 11 de abril, con Carolina del Olmo.

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