Músicas del gueto: cómo convertir la vulnerabilidad en potencia

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El jueves las paredes del Centro de las Artes de Sevilla retumbaron a ritmo de bajo. Un temazo de reggaeton ponía fin al Código Fuente Audiovisual de Isidro López (Ecos del gueto), dejando al público con las ganas de convertir el espacio en una improvisada sala de baile.

Vayamos por partes. ¿Qué es Ecos del gueto? Es un proyecto de investigación musical que se interesa por géneros musicales que surgen en las periferias de las grandes ciudades, como el reggaeton, el kuduro, el funk de las favelas o la champeta. Ecos del gueto es, además, una cuenta en Twitter y un sociólogo (Isidro López) y un periodista musical (Víctor Lenore), miembros ambos del colectivo Ladinamo.

El interés del proyecto en estos géneros musicales se debe a que, como señalaban en un artículo en Diagonal, “podemos estar presenciando un verdadero desplazamiento de la energía de la creación estética en el ámbito de la cultura popular que surge de algunos de los procesos sociales y políticos de mayor calado a nivel global”.

¿Cuáles son esos procesos? Por contar la historia brevemente, desde los años 80 los Planes de Ajuste Estructural que impulsan el FMI y el Banco Mundial en Asia, África y América Latina (en los que, a cambio de préstamos y rescates, se imponía el recorte de servicios públicos y una liberalización de la economía... ¿les suena?) sumen en la pobreza al campesinado. Éste se ve obligado a emigrar a las ciudades, en cuyas periferias construyen asentamientos informales. Conocidos como slums, favelas o villas miseria, estos asentamientos componen un paisaje de viviendas de chabolas, con pésimas condiciones de salubridad y acceso a servicios. Sin embargo, lejos de ser un simple espacio de dominación, estas ciudades miseria son, en palabras de Mike Davis, los espacios políticos decisivos del futuro. Son espacios atrapados, según Isidro, en dinámicas contradictorias: por un lado se dan episodios de guerra entre pobres, pero por otro emergen procesos de autoorganización (que han dado lugar, por ejemplo, al reciente despertar político en América Latina).

Ecos del gueto lleva la tesis de Davis al terreno cultural. Para ellos, en estas periferias se están generando formas de expresión cultural tremendamente potentes, algo especialmente evidente en el terreno de la música, en el que se ha producido un estallido de géneros y estilos. ¿Cómo es posible que en estos espacios de pobreza y precariedad se haya generado expresiones culturales tan pujantes? ¿Cómo se ha convertido esta vulnerabilidad en potencia? Isidro apunta algunas razones: el abaratamiento de costes de la tecnología, que permite producir y difundir la música de manera relativamente sencilla y barata, junto con el uso de formas de libre copia y propiedad colectiva, en las que la remezcla y el sampleado son prácticas habituales.

Lo llamativo de estos estilos musicales es que los modelos de escucha y distribución que proponen son públicos, impulsando así una reapropiación del espacio público. Un ejemplo de estas prácticas son los sonideros, fiestas callejeras en las que un DJ va pinchando música para que la gente baile y, entre tema y tema, introduce saludos y referencias a las personas del barrio. En ellas, la faceta musical va de la mano de la generación de lazos comunitarios. Aquí nos encontramos con otra de las tesis que maneja Ecos del gueto, y que resuena con las discusiones que se han llevado a cabo en las residencias. Mientras que en la tradición occidental se acostumbra a pensar que el sentido político de la música reside en lo que esta dice, las músicas del gueto evidencian que lo importante es lo que la música hace, el tipo de comunidad que es capaz de crear y/o recomponer.

Como el resto de facetas de la vida de sus habitantes, las músicas del gueto no están exentas de procesos de desposesión. Isidro mostró dos canciones de Madonna y Shakira, copiadas casi acorde por acorde de artistas desconocidos, que muestran el abismo entre quienes producen riqueza y quienes son capaces de obtener renta de ella. También nos hablan de la fascinación que producen las músicas del gueto entre las clases medias, que hasta hace nada había protagonizado un ciclo ascendente de creación cultural juvenil (con subculturas como el punk, el hippismo...) y ahora se encuentra en franca decadencia. “La clase media blanca no nos va a dar grandes alegrías musicales en los próximos años”, sentenció Isidro.

Este fenómeno también tiene espacios análogos en el primer mundo: en las banlieues, las inner cities y demás periferias de las grandes ciudades nos encontramos con expresiones culturales igualmente potentes. Géneros como el rap de las banlieues, cuenta Isidro, han conseguido crear imaginarios que hablan de la realidad de estos barrios y en los que estas comunidades se ven reconocidas, lejos de la imagen que proyectan de ellas los medios de comunicación o el poder político.

Para finalizar, Isidro apuntó una gran ausencia en estos debates: la perspectiva de género. Hace falta un análisis feminista que vaya más allá de la condena que a priori se suele hacer hacia estos géneros como machistas por mostrar de forma explícita la sexualidad (como si las expresiones musicales europeas o estadounidenses estuviesen exentas de sexismo). Desde aquí nos atrevemos a apuntar que, si lo importante es lo que la música hace, habría que preguntarse qué hace en estos terrenos. Más allá de las letras o de los videoclips, habría que desplazar el foco hacia quienes disfrutan de esta música. ¿Qué tipo de prácticas de género se generan? ¿Son empoderadoras para las mujeres? Las respuestas tendremos que buscarlas en las comunidades.

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